09 de abril de 2019
El rosal, el guardián de la viña

Ahora que es el tiempo de las flores y el mes de la rosa, hablaremos de la presencia de los rosales en el viñedo.

A primera impresión, ver rosales plantados en el perímetro de una viña o bien al principio de una hilera podríamos decir que es un elemento estético o para seguir una cierta tradición, pero realmente el rosal en la viña tiene otro sentido.

La viña es muy sensible al ataque de un hongo llamado Oidium Tuckers, que provoca una enfermedad muy dañina y difícil de erradicar, el oídio. Este hongo puede infectar ciertas flores delicadas como son las rosas. La alarma de esta infección llega en el momento en que aparecen manchas en las hojas del rosal. Éstas serán visibles antes en la hoja del rosal que el pámpano de la cepa, por lo tanto serán premonitorias al que acabará pasando a la viña. Así pues, el rosal servirá como aviso para detectar la enfermedad y poder hacer el tratamiento en la viña antes de que sea demasiado tarde.

Las condiciones ideales para que el oídio se desarrolle en la viña son temperaturas de 5 a 35ºC y una humedad relativamente alta. La variedad cariñena y las viñas con exceso de vegetación son especialmente sensibles. El oídio es una especie de polvo grisáceo que aparte de aparecer en las hojas, también puede desarrollarse en los pámpanos o los brotes jóvenes, por ejemplo. El verdadero problema está en los granos de uva, que se agrietan por la zona afectada durante la fase del envero y en consecuencia, otras enfermedades, como la podredumbre, tienen vía libre para afectar la uva.

La costumbre de plantar rosales en los viñedos se remonta al 1851 cuando el hongo entra en Europa por Inglaterra. Éste, entra con tanta fuerza que en menos de dos años mata la mayor parte de las cepas de las regiones vinícolas. En ese momento, los viñedos estaban situados en los alrededores de los monasterios y el vino que se producía era para la consagración durante las misas.

En la región vinícola de Borgoña, los monjes del Císter analizaban las características geológicas del suelo para plantar las cepas con criterios científicos, escogiendo las parcelas más idóneas. Experimentaban con la poda, seleccionaban las mejores plantas y plantaban rosales en el perímetro de la viña.

Cuando el oídio llega a los viñedos de la Borgoña, los rosales fueron los primeros de padecer la enfermedad y los monjes, al percibir la circunstancia, aplicaron un tratamiento a los rosales y luego a las cepas, el cual consistía en esparcir con azufre las plantas para poder salvar los viñedos antes de que se infectaran con el hongo. Desde entonces, los rosales han servido de señal de alarma para detectar enfermedades y el tratamiento pertinente antes de que sea demasiado tarde.

Foto: Maria Rosa Farré

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